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Mensaje 109: Locas noches madrynenses Uno
(Avenida Domeq García)
Como la noche estaba linda para salir a dar una
vuelta por ahí, invité al
cuis a una caminata por las calles de la ciudad. De
paso extendí la
propuesta al fantasma (mensajes 92,93,94 y 95) que
últimamente se lo veía
poco, como a todos los fantasmas que existen, pero un
halo de neblina y frío
húmedo que rodeaba al galpón del fondo delataba su
presencia. Las batarazas
ponedoras ya estaban todas acomodadas en sus
respectivos palos del gallinero
y el perro también dormía. El fantasma,
aburrido como todos los fantasmas de
hoy en día, rápidamente voló con
nosotros, mejor dicho, sobre nosotros.
Cargué en el bolsillo interior del
sobretodo una petaca de Tres Plumas, por
un lado para apaciguar el espanto
del cuis y por otro porque me gusta ir
equipado. Fuimos bajando la barda y
agarramos para el lado del Pujol, donde
las luces de la calle no alcanzan
para ocultar las sombras.
La vista panorámica nocturna de Madryn desde la
altura de las bardas que la
rodean muestran un paisaje de puntos luminosos
que se extienden hasta
esfumarse hacia el sur y hasta hundirse hacia el este.
Unos barcos cercanos
también aparecen espectrales en la negritud del
mar.
"Vea" me dice el fantasma con voz opaca y cavernosa, lograda a través
de
años cumpliendo con su labor meticulosa de asustar y de litros y litros
de
whisky. El fantasma señala con un dedo invisible a toda el área de
casas
señoriales que se extienden en el barrio Sur. "Hasta hace muy poco,
apenas
unos 20 o 25 años, lo que es un ratito para nosotros los eternos, por
allá
no había nada. Sólo médanos. Quién se iba a imaginar en esa época lo que
iba
a ser ahora, no?". "El que se lo imaginó habrá comprado varios terrenos"
le
contesté como para amenizar la charla. "Y allá está la Base, casi rodeada
de
casas, pensar que hace poco ir a la Base era como ir al campo". El cuis,
ya
cansado de la caminata y de las reflexiones fantasmagóricas, me dice en
voz
baja "Oiga don, yo ando un poco bajón, no me hace upa?".
Una vez más
este animal pretende que lo lleven a babucha. Bueno, con tal de
que no se
ponga pesado lo coloco al hombro, total en bajada pesa poco.
Las luces
diminutas se van transformando en faroles de mercurio
colocados
simétricamente a lo largo de la ruta. A la derecha un pequeño
bosque oscuro
siembra misterio, a la izquierda, el mar lo cosecha.
La
calle se hace familiar y más humana cuando unos autos comienzan a
atravesarla
en ambos sentidos, para allá y para acá. Vamos llegando.
El fantasma no puede
con su instinto y se larga como loco a sacudir las
ramas de los árboles y dar
fuertes risotadas, feliz de encontrarse suelto en
su hábitat, como perro de
departamento que sacan a pasear a la plaza. El
cielo truena para acompañarlo,
pero está todo estrellado. Los perros de las
casas cercanas lo han detectado
y aúllan a la luna (los perros siempre
detectan a los fantasmas). El silencio
premeditado de la noche ahora se
escucha bien. El cuis, que disimula pero
tiene un cagazo bárbaro, se
desentiende de la situación con unas coplas
teñidas de profunda filosofía:
Con calma, la autoridad de la Noche
me
dice adivinanzas:
es la desdicha la virtud de la memoria?
es la
sorpresa lo bueno del olvido?
es la oscuridad la exaltación de la
angustia?
es la soledad un callejón opaco?
es el saber la tragedia de los
sabios?
es el viento la canción de la tristeza?
es llegar la razón del
caminante?
es el amor la antítesis del dolor?
o el dolor la ley del
enamorado?
es la nada todo y el todo nada?
Y le respondo:
Noche,
antes me preguntabas adónde iba
y yo desplegaba un cuaderno con
teoremas
antes me querías explicar algunas cosas
y yo asentía con mirada
sobradora.
(y mi cerebro inferior era ajeno a todo eso)
Ahora, por fin,
tengo la respuesta
a todas tus preguntas:
No sé.
El Bardo
(Carlos Alberto Nacher)
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El Bardo
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