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Mensaje 78:Noche de gala y violines en el Centro
de Jubilados
Viernes 30/04/99
- Hoy, para que pueda experimentar al
menos por una vez en su vida el
placer
de la buena música, don Cuis, lo
voy a llevar a ver y escuchar el Cuarteto
de Cuerdas Patagonia que se
presenta en el Centro de Jubilados esta noche.
Prepárese, póngase perfume y
corbata que salimos ya.
Así fue como lo apuré al cuis para tratar de
encauzarlo un poco en el
maravilloso mundo de la cultura musical y sacarlo
por un rato de la
bailanta. Era una oportunidad que no se da mucho en Puerto
Madryn y la
presencia de estos maestros de Neuquén prometía una velada de
altísimo
nivel. No es que yo sepa mucho de música clásica, la verdad
que
prácticamente no entiendo nada de nada, pero hacía mucho que no
escuchaba
sonar violines en vivo y en directo.
De paso lo invité también
al Viejo Fiore, un amante de la buena música que
vino con nosotros luego de
pedirle por favor a la Ramona que lo dejara
salir, a lo que ésta asintió
luego del tercer intento y "por esta vez
nomás".
Al cuis tuve que
arrastrarlo la mitad del camino y para entrar al recinto
del concierto tuve
que sobornarlo con un paquete de papas fritas y una
cerveza tres
cuartos.
Entramos al salón del centro de jubilados y el clima que se vivía
era de un
ceremonial tan serio que me asusté, previendo lo que podía llegar a
ocurrir
con el cuis, pero ya estaba adentro a pesar de haberme dado cuenta
tarde
del
grave error cometido.
- Por favor don Cuis, le voy a pedir
que haga el más absoluto silencio y se
comporte como la gente.
El
presentador, luego de invitar a los músicos a ingresar a la sala, se
colocó a
un costado y enseguida comenzaron los allegros, allegrettos,
moderatos,
menuettos y otras palabras italianas (no volaba ni una mosca).
Con la primera
parte (L.V.Beethoven: Cuarteto Nro. 4 en Do Menor Op. 18)
los
violines
trazaban melodías que casi parecían acariciar los oídos, el bajo
del
violoncello hacía vibrar los huesos y todo el conjunto sonaba como una
música
venida del cielo, llevándonos a los presentes a un éxtasis
sensorial
solamente matizado por el ruido del cuis triturando papas fritas,
cosa que
hacía sistemáticamente en cada silencio. A eso debemos agregar
también los
groseros sorbos que le daba al vaso de cerveza, costumbre que no
le puedo
erradicar ni a palos. No obstante, los ataques del cuarteto, en
esos
pasajes
"in crescendo" del violoncelo, viola y segundo violín se
continuaban uno
tras otro, matizados por algún solo virtuoso de la violinista
Elvira
Fasseva
(la rusa *).
De pronto, en un clima de tensión generado
por acordes de séptima
disminuidos (qué tal) entra la viola de Gela
Gelashvili (el ruso *) con un
fraseo barroco en una escala menor melódica
(qué tal Pascual) mientras a lo
lejos se percibe apenas el "pizzicato" del
segundo violín de Vitali
Bijiashvili (el cosaco *) marcando un contrapunto en
corcheas con puntillo
(cómo estoy Godoy) con la voz grave del violoncello de
Juan B. Constanza
(el
argentino).
Mientras el Viejo Fiore me decía al
oído "Cómo tocan los monos estos" (una
expresión que en principio parece una
subestimación de la calidad de los
músicos pero que en realidad significa que
son unos maestros), yo comencé a
transpirar de los nervios porque las miradas
penetrantes del resto del
público se comenzaba a dirigir a nosotros cada vez
con más odio y se
acentuaban a cada masticada del cuis.
Por suerte terminó
la primera parte y se hizo un impasse que aproveché para
llevarme al cuis a
un rincón y poder reprenderlo por los ruidos molestos.
- Y qué quiere si
éstos son unos plomazos - me dice sin parar de masticar
las fritas.
Me
quedaban cinco minutos para resolver el dilema de irme definitivamente
y
perderme el final o inventar algún ardid para controlar al cuis.
Por
supuesto que al comenzar la segunda parte (J.Brahms: Cuarteto Nro. 1 en
Do
Menor Op. 51 y A.Borodin: Nocturno del Cuarteto Nro. 2 en Re Mayor) ya
tenía
todo cocinado, el cuis en un estado total de relajación sin emitir el
más
mínimo ruidito, con los ojitos en blanco y sentado bien derecho,
asentía a
cada solo o ataque del cuarteto de cuerdas. Y este cambio en la
actitud del
bicho se debió finalmente a la sagacidad que me caracteriza y a
la buena
predisposición de Doña Leonor, que tuvo la amabilidad de prestarme
un walkman
con un cassette de enganchados de música cuartetera, entre ellos
Pocho La
Pantera, ídolo del cuis. Poco antes de comenzar el segundo acto le
enchufé
los auriculares al bicho poeta, al que de inmediato se le
dibujó
una
sonrisa de satisfacción en el rostro. Luego, mientras sonaban
las cuerdas
clásicas y el aire se llenaba de sonoridad pura y limpia, el cuis
hamacaba
las patitas al ritmo de "Esa chica cordobesa, mata mata cuando
besa".
Terminado el concierto, un aplauso cerrado (casi ovación) despidió a
los
músicos.
Al final, si de cuartetos se trata, he llegado a la
conclusión de que en la
vida del ser humano son tan necesarios los cuartetos
de cámara como los de
bailanta, aunque lo más importante en la conformación
de los cuartetos es
que sean cuatro.
Gustos son gustos.
* Estos
músicos, nacidos en Rusia (o en aquella época, la Unión Soviética)
residen
desde hace un par de años en forma permanente en Neuquén y desde
entonces
recorren la Patagonia dando conciertos, clínicas y
conciertos
didácticos en escuelas, clubes y teatros tanto de las ciudades
importantes
como de los lugares más apartados de la Patagonia. Gracias a
ellos por su
decisión de venirse a vivir por nuestros pagos, un lugar un poco
más abajo
de la espalda del mundo, y desparramar por aquí su
arte.
El Bardo (Carlos Alberto Nacher)
nacher@madryn.com
Libro
publicado:
"Crónicas madrynenses"
Puede pedirlo en http://madryn.com/adelantados/elbardo