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Mensaje 73: Cosas de la playa y cosas del querer (Parte 2)


Caía la tarde y el cielo comenzaba a oscurecerse, como casualmente siempre
ocurre cuando las tardes caen. La playa se iba despoblando y quedaban
apenas
algunos rezagados cerrando las sombrillas y sacudiendo la arena de las
mantas. La caravana de autos iba lenta por la avenida, rodeando las
rotondas
de la costanera, cuyos bordes de cemento han cobrado ya varios trenes
delanteros de ciertos osados conductores.
A unos pocos cientos de metros, la hilera de casas rodantes permanecía
quieta y al cielo subían los humos de los primeros fogones nocturnos,
preparando una noche más de guitarra, asado, playa y risas, es decir, una
extensión del paraíso.

Ante la duda de la Laura por aceptar mi magnífica propuesta de ir a ver la
pelea de Tyson, no comprendía qué podía tener en mente la muchacha que
fuera
más interesante que el boxeo para esta noche, igualmente, como corresponde
a un caballero como lo es quien suscribe, me puse a su disposición:
- Usted sabe, mi adorada dama, que lo que me pida lo haré, pídame la luna y
seré Armstrong, pídame el cielo, y seré un pájaro(n). Como ya le dije,
estoy a su
entera disposición, y lo que usted disponga me encontrará por entero, pero
por
favor, no olvide que a las 23.30 horas PM de esta noche está programada la
pelea de Tyson en Las Vegas y no se retrasa porque el satélite sale caro.
- Bueno, yo pensaba que hoy, siendo un viernes tan cálido y sin viento,
podrías invitarme a cenar a algún restaurante cercano a la costa, y luego,
no sé, quizá podríamos ir a otra parte, a charlar, me entendés?
- Pero cómo no le voy a entender, permítame nomás que me acicale un poco en
mi morada y enseguida salimos.
Luego de que la Laura me acercara en su Fiat Vivace modelo 95 al rancho,
dado que todavía ando a pata porque en el plan canje no me aceptaron la
bicicleta rodado 28 que tengo, que salvo la rueda trasera que está media
ovalada el resto es un chiche, me dispuse al consabido baño y preparativos
varios.
Mientras trataba de mejorar en vano mi aspecto físico frente al espejo
pensaba dónde poder llevarla, a qué lugar que esté en equilibrio con su
itálica belleza, difícil era la elección ya que por la zona existen muchos
restautantes de altísimo nivel y de excelente servicio,
sumamente recomendables al turismo, aunque mi corazoncito siempre tira un
poco más para el lado de lo de Urquía, sobre todo porque no te mata con el
vino, por unos pocos pesos tenés pinguinos de cerámica a discreción. Pero
bueno, todo sea por el amor.
Luego de la ducha reconfortante siento que el cuis está tirado en la pieza
masticando unos caramelos Flin-paf, esos bien gomosos y pegajosos que te
parten la dentadura postiza (hablando de dentadura postiza, me acordé de mi
abuelo, no sé porqué, aquel don Fernando que murió por el 75, que dejaba
los
postizos todas las noches en un vaso de agua y que me quería enseñar a
tocar
la guitarra y yo no le hacía caso). El cuis mastica orondamente mientras
baja la masa gomosa con brutos sorbos de Termidor blanco. En la tele el
locutor Juan Abraham Larena, que sigue sin poder pronunciar la "erre",
anuncia que Iron Man está subiendo al ring, en el mismo momento estoy
tratando de encontrar el cinturón de cuero que me regaló la Laura la
navidad
pasada y que seguro el cuis lo agarró para jugar, igual que el disco de
Pato-C 1974 que hace una semana estoy buscando porque tenía un tema bárbaro
de Carole King. Y justo sale Tyson y empieza la pelea cuando suena el
timbre
de la puerta y es la Laura que al ver el cuadrilátero en la pantalla y los
primeros vestigios de sangre salpicando al ring-side se pone de muy mal
humor, para decirlo de manera elegante, y me instiga a que rápidamente
salgamos al restaurante, Tyson aplica un uppercut de izquierda y hace
tambalear al rival, me detengo obnubilado de nuevo ante la caja boba, en el
descuido me abroché mal la camisa, la Laura muestra su malestar resoplando
y
agitando los brazos me conmina a que me apure, pero Tyson sigue con un 1-2
y
luego un cross a la mandíbula, vuelan las gotas de sudor sanguinolento de
los cachetes ya deformados del rival, no me puedo despegar de la fatal
influencia de los rayos catódicos, el Hombre de Hierro sigue machacando
carne y esto está por terminar, madura el knock-out amigos, la muchedumbre
millonaria altamente producida alrededor del ring grita con los ojos
desencajados, el gladiador espera que alguien le baje el pulgar y Don King
sigue las acciones con los pelos de punta, de repente siento un tirón en el
brazo y algo, una fuerza extraña que me empuja hacia afuera, como una señal
interior que me obliga a abandonar la pieza, a irme con la Laura, a
alejarme
de los durísimos golpes que Mike le aplica al rival en cada cruce, piñas
formidables plenas de potencia primitiva y salvajismo, y ahí la veo a ella,
con sus cabellos brillando frente al claro de luna, con sus manos suaves
dibujando en el aire, y me voy con ella.
Porque el amor es más fuerte.


El Bardo (Carlos Alberto Nacher)
nacher@madryn.com

Libro publicado:
"Crónicas madrynenses"
Puede pedirlo en http://madryn.com/adelantados/elbardo


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