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Mensaje 69: Navidad 99
(Con
el deseo de que pasen una muy feliz navidad para todos)
La Navidad y el
31 de enero son los momentos indicados del año para hacer un
balance de lo
actuado, de lo vivido, de lo ganado y de lo perdido. Todo el
mundo hace
cuentas, decide encarar un nuevo año con todo, cambiar todo,
analizar qué fue
lo que pasó en este año que se va, y más ahora que se trata
de que se viene
el 2000.
Por mi parte, voy a hacer dos reflexiones, una totalmente
intrascendente
sobre la vida y obra de Papá Noel, un mítico personaje de
leyenda pero que
lo hay, lo hay. La otra, por el contrario, es más
intrascendente todavía, es
una
cosa que dice más o menos así:
Acá
en Madryn hace un calor impresionante, está para ir a la playa
tempranito y
quedarse tirado en la arena hasta adquirir esa característica
tonalidad
camarón al vino tinto, también para hacer unos largos desde
el muelle viejo
hasta el Indio ida y vuelta, pero ojo que pasando los dos
metros de
profundidad el agua se pone fría. Luego, cuando cae la tarde, para
no
volverse sombra es bueno volver a casa y bañarse, para no andar con olor
a
lobo marino justo la noche del 24. Antes de comenzar los
festejos con brindis
al borde de la parrilla donde se asa un lechón de 8
kilos, es bueno también
salir a dar una pequeña vuelta por cualquier barrio
madrynense donde se
podrán observar un montón de casas adornadas con motivos
navideños, muchas
lamparitas de colores que prenden y apagan haciendo
dibujos de estrellas,
corazones, arbolitos, etc. Sino también se puede ir
hasta la curva del Indio
al oscurecer, desde donde la vista de la ciudad es
un auténtico festival de
luces. De paso, se pueden comprar cañitas voladoras
para tirar
luego.
Luego, como siempre, está la inmutable profundidad del mar, la
ignorada
profundidad de la meseta, las bardas, las salinas, el cielo
estrellado, los
acantilados, las montañas y los lagos de los Andes, la
Creación. Por eso que
este año, debo agradecerle a Dios de nuevo no solo por
todo eso sino también
por mi gente querida, por la gente querida de los otros
y por supuesto, por
el lechón adobado y las dos cajas de Rama Caída que tengo
acovachadas para
después.
Respecto a Papá Noel:
Una nueva Navidad
se acerca, y parece que por lo visto y según lo que me
cuentan varios pibes
de la zona, el venerado Papá Noel va a pasar también
por este extremo sur,
aunque va a tener un largo viaje desde Finlandia para
llegar a este lugar que
muchos dan en llamar con todo respeto la parte de
abajo de la espalda del
mundo, pero que para nosotros es lo más.
Por supuesto que esto ha despertado
en mí y en varios otros niños
madrynenses una tremenda ansiedad de pensar en
qué nos irá a traer de regalo
esta vez, pero pensándolo bien lo más lindo de
todo no son los regalos sino
la espera. Es decir, esa sensación de sana
incertidumbre, de nervios que
llegan al extremo la noche del 24, todo eso que
le da a uno un motivo más
para vivir, creo que es mejor que el regalo en sí
mismo, que el hecho
consumado.
La verdad es que escribo esto como un
pasatiempo, porque en general no me da
mucho por escribir pavadas sino que
más bien últimamente me estoy inclinando
más para el lado del ensayo
filosófico y el estudio de los poetas italianos
del
renacimiento, pero
como llega el día del nacimiento de Jesús y como lo
indica la tradición
nórdica, siempre viene Papá Noel o su pariente Santa
Claus (más pudiente) con
regalos, es bueno preguntarse ahora cómo es que
hace este hombre
para
gastar tanta guita en regalos, atravesar tantos países en un simple
trineo
tirado por renos y con el asiento duro, repartirle regalos a todo el
mundo
sin quedarse ni para recibir las gracias, meterse en cada chimenea
que
encuentra con lo gordo que está, y a pesar de todo reirse con voz gruesa.
No
voy a
tratar de responder a esta pregunta que es uno de los tantos
misterios que
nos rodean, como el origen del ser humano y el tamaño del
universo, pero de
alguna manera lo hace.
Como siempre ocurre en estos
casos, hay gente que dice que no existe,
principalmente gente adulta, a los
que les preguntaría si ya se olvidaron de
su niñez, de cuando eran chicos y
quedaban paralizados, absortos,
enajenados, ensimismados de emoción y alegría
cuando de repente en un
descuido se daban vuelta y veían el árbol de navidad
cargado de paquetes.
Evidentemente, si se acordaran por un instante de eso de
inmediato se darían
cuenta de que están equivocados. Decir que no existe es
como decir que no
existe la imaginación, la fantasía, el sueño, el misterio,
en fin, todas
esas cosas que hicieron ricos y famosos a Disney, a Spielberg,
a García
Ferré entre otros.
Por eso que el 24 a la noche, luego de brindar
copiosamente con las personas
queridas, me voy a ir a dar una vuelta corta
por ahí para bajar el lechón
adobado, despejar un poco el cerebro y darle
tiempo a Papá Noel, que como a
todo hombre de bien y humilde no le gusta
aparecer en público ni hacer
alharaca (aunque al mismo tiempo igual se hizo
mundialmente famoso gracias a
una increíble y solapada campaña
propagandística de siglos), a que deje los
consabidos regalos. Y por suerte,
una vez más, algo va a haber.
El Bardo (Carlos Alberto Nacher)
nacher@madryn.com
Libro
publicado:
"Crónicas madrynenses"
Puede pedirlo en http://madryn.com/adelantados/elbardo