''''\___labarda___
Mensaje 57: Charla de
café
(Feliz primavera para los de este lado del mundo, feliz otoño para
los del
lado de allá arriba)
Lunes, 22.30 PM.
Sentados frente a una
mesa del bar Urquía, el Viejo Fiore, el cuis, el
Cacique Pipagua y yo vemos
pasar en una TV lluviosa las últimas imágenes del
partido del lunes (Gimnasia
y Esgrima de Jujuy vs Argentinos Juniors). Por
suerte no se ve nada en la TV,
aparentemente alguien hizo un gol por los
gritos del relator, pero no se
distinguen los colores de las camisetas de la
masa humana exaltada. Digo por
suerte porque estos televisores mal
sintonizados dan lugar a otro tipo de
actividades mucho más creativas y
enriquecedoras como charlar y
escuchar.
El pingüino de cerámica tose las últimas gotas de tinto de la casa
(siempre
es temporada de pingüinos en el bar Urquía). Aún queda medio sifón
de soda
intacto, como para no desperdiciarlo le solicitamos al propietario
del
establecimiento otro pingüino.
Fiore:
- Qué viento que hay afuera,
no?
Pipagua:
- Es que se viene la primavera, y en estas épocas las
diferencias de presión
entre las distintas regiones patagónicas hacen que se
produzcan grandes
cambios atmosféricos los cuales se traducen en fuertes
vientos.
Fiore:
- No me digás, gracias por avisarme, después de 20 años de
estar acá no me
había dado cuenta.
Pipagua:
- Fijesé Don Fiore, la
cantidad de chapas que hizo volar el viento de la
semana pasada, y se acuerda
la vez que el viento tiró una grúa al agua en el
muelle Storni? Y eso que son
pesadas las grúas...
Don Fiore:
- Sí, y no fue también que una vez hizo
volcar a una camioneta en el muelle?
El Cuis:
Hic! Salú!
El fresco y
terroso viento madrynense se muestra tras la puerta abierta,
bolsas vacías de
La Anónima pasan a vuelo rasante por la calle.
Yo:
- Digo yo, no hay otra
cosa más interesante para hablar que no sea fútbol o
política?
El
Cuis:
Sí, hic, de mujeres!
Don Fiore:
No me hables de mujeres que la
Ramona me dio permiso hasta las 12, a más
tardar 12 y media.
El Cuis:
-
Salú Ramona! Hic!
El tiempo pasa imperceptible entre estas cuatro paredes
despintadas, la
charla se cierra en la siempre distinta monotonía de las
palabras de los
bares. El pingüino de cerámica una vez más entrega sus
últimas gotas tristes
a pesar de que el cuis lo sacude boca abajo con
desesperación.
Propietario del bar:
Muchachos, ya somos las una de la
mañana, rajen que ya cerramos.
Con gesto de desaprobación nos ponemos de pie,
no sin antes darle el último
trago al vaso de tinto.
El Cuis:
-
Ufa
Pipagua:
- No importa, vamos a casa que les voy a contar la leyenda
del canto de las
ballenas.
Salimos y nos recibe una ráfaga de 35 km/hora
dirección nor-noroeste. Desde
una nube gris oscura, como es su costumbre en
estas noches no muy frías, mi
viejo me silba "Cuesta Abajo". Eso y el flamear
de las bolsas de residuos en
el terreno baldío de la esquina son los únicos
sonidos de momento. Unas
pocas cuadras más allá, pasando las escasas luces de
los carteles de los
negocios del centro de la ciudad, el mar, quieto y suave,
esconde a las
ballenas.
Caminamos hacia la Gales y en el Bar Urquía se
apagan las luces, queda ciego
por unas horas este histórico monumento
madrynense. En sus paredes corroídas
por el tiempo y el viento se encierra
gran parte de las miles de historias
de los pobladores de este sur hasta no
hace mucho salvaje e inhóspito, tanto
en el desierto de la meseta como en el
desierto del mar.
No hay mucho para hacer en estas noches ventosas, así que
enfilamos nomás
para lo del cacique, que además del cuento de las ballenas
prometió unas
copas adicionales de Johnny Walker.
EL
BARDO
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