''''\___labarda___
 
 
Mensaje 54: CAMPEONATO DE TRUCO (El Bueno)


Salimos con el cuis al fresco del patio interno del centro, al lado de la
cancha de bochas, a descansar y planificar la estrategia a seguir.
A todas mis propuestas el cuis respondía "Sí, sí" pero en un tono que me
pareció casi huidizo y negligente.
En eso aparece mi mamá:
"Hay nene, estás todo transpirado, en mangas de camisa y salís al patio con
el frío que hace, después te pasás todo el invierno con gripe!"
"Mamá, por favor, no ves que estoy en una situación crucial de mi vida,
diría casi terminal. No ves que en la próxima media hora se puede definir mi
futuro por completo, no ves que estoy alternando entre el éxtasis de la
victoria y la agonía de la derrota?"
"Dejate de pavadas y andá para adentro antes de que te enfermes!!"
No tuve más remedio que meterme de nuevo en el salón. Todo estaba listo. La
mesa en el medio de la sala y un gentío alrededor. La Chola se seguía
meneando entre la gente con su bandeja etílica. Me acerco a la mesa con el
cuis, se hace un no premeditado silencio y veo entre el humo al Viejo Fiore
que no me quita la vista de encima, como tratando de asustarme, já. Le
devuelvo la mirada con chispas en los ojos y la tensión en el aire se podía
tocar con los dedos.
Don Pallardó llama a los equipos a la mesa, coloca el frasco de porotos en
el medio y comienza la final.
La cosa estaba pareja al principio, habíamos ganado un chico cada uno y a
medida que se acercaba el desenlace me corría un sudor frío por la espalda.
Llegando a las 12 buenas iguales, lo que nos había costado un triunfo a
fuerza de mentir y mentir para contrarrestar el impresionante tarro exhibido
por Don Fiore que no se cansaba de cantar flor a cada rato, me toca una mano
impresionante: as de espadas, siete de oro y un dos. Ya me estaba relamiendo
con la seguridad de tener el truco en el bolsillo cuando en una actitud
inesperada y sin consultarme al cuis se le ocurre cantar orondamente "Falta
envido".
Al escuchar eso quedé paralizado, por mi parte no tenía nada para el tanto y
además no confiaba mucho en que el cuis estuviera diciendo la verdad. Don
Fiore y Carolo se miraron por un momento, como en un acto de telepatía
esbozaron una mueca parecida a una sonrisa pero que para mí en ese momento
era como la carcajada del diablo, y con una voz calma y tranquila, Carolo
volteó su rostro hacia el cuis y le dijo: "Quiero 27".
Se sintió un "Ohhhh" en el público y todas las miradas apuntaron hacia el
cuis, que como si nada pasara tiró las cartas arriba de la mesa y dijo "Son
buenas".
Sentí como si el techo se hubiera desplomado encima de mí. Las lágrimas que
ya inundaban mis ojos no me dejaban ver a Don Fiore y Carolo abrazándose y
festejando a los gritos, a la gente felicitando a los campeones y yo ahí,
tirado atónito en la silla sin poder siquiera controlar mis movimientos.
Pero saqué fuerzas de adentro y me acerqué hidalgamente a saludar a los
ganadores, además sabía bien que gran parte de los Balmec de una manera u
otra iban a ir a parar a mi garguero.
Varios minutos duraron los festejos hasta que la cosa se normalizó. Pero
toda la fiesta se convirtió en una tragedia griega cuando don Pallardó,
saliendo de la cocina blanco como un fantasma dijo:
"Socorro!!! Desaparecieron los Balmec!!!"
El bullicio se hizo insostenible, nadie sabía qué podía haber ocurrido,
entre tanta gente perdí al cuis y no lo encontraba por ningún lado. Enterado
Carolo, salimos a buscarlo y no aparecía en ninguna parte. Pasadas ya un par
de horas y con la desazón de haber perdido la final y encima haber perdido
también el segundo premio, salimos con la 4X4 a rastrear al cuis que quién
sabe dónde se había metido. La alegría de don Fiore se había tornado
preocupación al enterarse de la desaparición del bicho. Ya era de noche y la
perrada, que siempre lo agrede, andaba suelta por la calle.
Buscamos y buscamos como hasta las 3 de la mañana y nada. El domingo,
alertado todo el barrio del dramático suceso, salimos todos a patrullar las
calles de Madryn en busca de algún indicio del pobre e indefenso animalito.
Ya caía la tarde del domingo cuando vemos la Ford con cúpula de el Langosta,
nuestro rival de ayer, estacionada en la rambla frente al mar.
"Vamos a ver si lo vió el Langosta" dice Carolo. Estacionamos la camioneta
al lado, bajamos del vehículo y un fuerte olor a alcohol fermentado nos
golpeó en la cara. Era imposible acercarse a la cabina de la chata, con un
pañuelo en la nariz abro la puerta de la cúpula trasera y ahí los veo, eran
el cuis y el Langosta, despatarrados en la caja de la camioneta, roncando a
pata suelta y rodeado de incontables botellas del preciado Balmec
completamente vacías y desparramadas en todo el piso. Al escuchar el
chillido agudo de la puerta de atrás desvencijada, el cuis entreabre los
ojos, levanta un poco la cabeza cubriéndose con la mano para que la claridad
no lo hiera y nos pregunta:
"Qué pasa che? Ya está la cena?"

EL BARDO

 

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