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Mensaje 53: CAMPEONATO DE TRUCO
(Segundo Chico)
Y llegó el día nomás. Temprano nos fuimos con el cuis,
serios y en pie de
guerra hacia las instalaciones del Centro de Jubilados. Ni
bien entramos nos
intercepta Doña Leonor, la honorable, inigualable y
memorable vicepresidenta
del mismo (mi mamá).
"Qué hacés nene, con este
frío y te venís sin pullover!!!"
"Disculpame, mamá que no te de mucha bolilla
hoy, pero es que estoy
profundamente concentrado".
En el salón principal
todo estaba preparado, varias mesas con manteles de
plástico, vasos con
porotos y mazos de cartas. Poco a poco fueron llegando
los competidores y a
las 13 horas en punto, momento señalado para el
lanzamiento oficial del
torneo, se presenta para el sorteo de las mesas don
Pallardó (árbitro de la
competencia y hombre ímprobo, nacido y criado en
Puerto Madryn, cuyas pupilas
tuvieron la suerte de ver a este pueblo cuando
era apenas un montón de
casitas apiñadas y el carnicero vendía capón en un
carro a caballo, hace
apenas 40 años).
Definidas ya las llaves iniciales de la competencia cuyas
características
eran partidas a 30 puntos al mejor de tres y eliminación
directa, nos
enteramos que al cuis y a mi nos toca el primer match con el
turco Mohamed,
antiguo ropavejero de la zona, y el Langosta, en otros tiempos
baterista del
cabaret Negro el 29 que ahora tiene un taxi-flet medio
destartalado, dos
viejos conocidos que a priori no podían representar mucho
esfuerzo.
De inmediato don Pallardó organiza a las distintas parejas rivales
en las
mesas y comienza el torneo. Arrancamos con todo, apabullando a los
rivales,
poniéndoles presión en cada flanco de la mesa y contestando y
retrucando
todo lo que nos decían. El cuis se floreaba con sus dichos del
truco, ya que
evidentemente en su condición de poeta, es una de sus virtudes.
A cada rato
pasaba la Chola, una de las camareras, en minifalda paseando
bandejas de
vasos de vino blanco o tinto de la casa, única bebida aprobada
para ser
consumida durante el evento. No contento con los dichos
convencionales y
clásicos del truco para cantar flor o truco, como aquel
clásico y místico
"Por el Río Paraná venía navegando un piojo, con una FLOR
en el ojal y un
hachazo en el ojo", el cuis improvisaba a cada mano nuevos
poemas truqueros,
sobre todo cuando la Chola andaba cerca y el cuis se
largaba, por ejemplo
con un verso como éste:
Qué gran amor, ese amor
en que me enredo
y que deja mi alma triste en cada esquina
cuando tú pasas
y yo hablarte ya no puedo
y de tí, mi bella FLOR sólo me quedan las
espinas
Demasiado intelectual para empezar la jornada, pero a medida que
se sucedían
las manos y los vasos de vino sus poemas se tornaban más simples
pero a la
vez más emotivos. Lo cierto es que los versos del cuis pusieron
nerviosos al
turco Mohamed y al Langosta, y en un periquete los pasamos para
el cuarto
(quiero decir, les ganamos).
Mientras, bastante lejos de
nosotros, podía ver al Viejo Fiore y su
compañero, que no sé si lo mencioné
pero no era otro que el amigo Carolo, al
que con gran amargura le dije cuando
me enteré que iba a participar con el
viejo y hacerme este renuncio: "Tú
también, Carolo", sintiéndome como el
emperador Julio César traicionado hasta
por sus más allegados. Los dos,
Carolo y Fiore, reían y festejaban
alegremente sus triunfos, y cada tanto
cruzábamos miradas de fuego con Don
Fiore, que afilaba las uñas por si
llegaba el momento de encontrarnos.
Y
la lucha continuaba. Una vez que habíamos despachado al Langosta (que no
sé
porqué pero luego de la derrota no se lo veía tan triste, al contrario,
se
había puesto a charlar jovialmente con el cuis en un rincón apartado)
fueron
pasando una tras otra varias parejas que cayeron rendidas a
nuestros
pies.
Todo era una fiesta para nosotros, salvo que el Viejo Fiore
y Carolo no se
caían tampoco, y estábamos ambas parejas antagonistas llegando
en la
semifinal. Cansados luego del terrible esfuerzo mental que implica
jugar y
ganar 6 partidas al hilo en una misma tarde, pero empujados por ese
amor
propio que caracteriza a deportistas de ley como nosotros, encaramos en
la
semifinal a la pareja formada por Juanjo y el Cogote, que a esta altura
de
la competencia estaban muy maltrechos y se notaba que los efectos del
vino
les impedía distinguir bien las cartas.
En un lugar bien apartado, en
la cocina junto a la recepción del Centro de
Jubilados, los tres cajones de
Balmec esperaban por sus dueños.
Comenzada la semifinal los contrarios
intentaron apabullarnos con cánticos
que, aunque no es bueno subestimar al
rival, debo decir que era bastante
perimidos. El cuis, por su lado, seguía
despachándose con verdaderos
hallazgos para cantar la flor. Pasó una vez más
la Chola con su bandeja de
blanco frío y dijo el cuis:
Yo que he visto
amanecer en el ocaso
y que vi el mundo más allá de sus fronteras
nunca vi
mares ni lagos tan azules
como tus ojos, dulce FLOR de primavera
(Cada
vez que el cuis tenía flor e improvisaba un piropo, eran tres porotos
más
para nosotros y un vaso de blanco gratis, cortesía de la Chola).
Y en una de
esas intentonas de nuestros rivales, que querían asustarnos
gritando fuerte,
cuando el cogote cantó a voz en cuello "Envido y truco!",
el cuis, con un
aire displicente y casi como un monje tibetano le dijo:
No es de gauchos
el sobrar al enemigo
mas no me asustan ni aunque apunten con trabuco
Y pa'
que vean, primero va la FALTA ENVIDO
y eso no es nada, también QUIERO
RETRUCO
Ahí nomás sacó de la galera un 33 de mano y se terminó el
partido. Ganamos y
ya estábamos en la final.
En la otra mesa, la eterna
sonrisa de Carolo, que tiene la rara habilidad de
siempre tener algún motivo
para estar feliz, y la enigmática seriedad del
Viejo Fiore con su rostro
inescrutable de truquero viejo, sacaban ventaja
hasta destruir a los
rivales.
Y llegó entonces el momento tan temido: la final a todo o nada con
el Viejo
Fiore.
Continuará...
EL BARDO
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