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Mensaje 41: HOMENAJE A "EL PRINCIPITO"


Mientras esperaba que el agua se caliente a unos 83 grados centígrados más
menos 2 grados, temperatura ideal para tomar unos buenos amargos matutinos,
sin quemar la yerba pero con el suficiente calor como para que los mates no
afecten el aparato digestivo, me pongo a hojear una vez más El Principito, ese
libro querido, inigualable que cuenta las aventuras del principito,
justamente. No puedo olvidar cómo me hizo soñar e imaginar ese pequeño librito
con dibujos sencillos y bellos cuando era un niño, y ahora también, por
supuesto.
Alguien me dijo que la figura de la boa que se tragó al elefante se parece al
contorno de alguna playa cercana a la Península Valdés, lo que pasa es que su
autor, el aviador-escritor Antoine de Saint Exupéry, anduvo tanto por estos
cielos patagónicos allá por la década del 30 que se la habrán quedado grabadas
las formas de la playa desde el aire.
Falta poco para que se cumplan 100 años del nacimiento del francés volador
(física y mentalmente), que fue en buena parte responsable del inicio del
desarrollo de la aviación comercial en la Patagonia, al abrir la línea aérea
de la Aeroposta que enlazaba Buenos Aires con Río Gallegos entre 1928 y 1930.
Trelew era una de las escalas más importantes en dicha línea.
En Madryn hay una calle que lleva su nombre, junto a otras calles de viejos y
osados aviadores que se animaban a cruzar estos cielos hace muchos años,
cuando todo era un desierto absoluto sin un alma en cientos de kilómetros,
tanto en tierra como en el aire.
De dónde saqué esto, no sé, pero seguro que no lo escribí yo:
"El Principito se escribió y dibujó en una casa alquilada cerca de Northport,
Long Island, durante el verano y el otoño de 1942. En el manuscrito, la
alternancia entre el lápiz y la pluma y el uso de dos tipos de papel (uno muy
delgado "Fidelity Onion Skin" y otro más pesado "Macadam Bond") confirman que
la obra fue elaborada a lo largo del tiempo".
En eso entra el cuis, al que había mandado a comprar facturas en el almacén
"La Nona", que a diferencia de los grandes supermercados, hipermercados y
macros, todavía me fía.
- Cómo anda, don, ya está el mate? - dice el cuis.
- Ah, muy bien cuis, veo que trajo la parte sólida, se ve que lo tengo casi
domesticado -
- Y qué significa domesticar? - pregunta el bicho ignorante.
Entonces, sin que el bicho se diera cuenta, abro el libro en la parte que el
Principito habla con el zorro y le digo:
-Es una cosa ya olvidada, significa crear vínculos. Verás. Tú no eres para mí
todavía más que un pobre cuis igual a otros cien mil cuises y no te necesito
para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un bardo
entre otros cien mil bardos semejantes. Pero cuando te haya domesticado,
entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el
mundo, yo seré para ti único en el mundo...
-Comienzo a comprender -dijo el cuis-. Hay una marca nueva de ginebra... creo
que ella me ha domesticado...-
- No, no sea materialista, siempre pensando en el placer egoísta de uno mismo,
en el hedonismo a ultranza...-
- A la perinola que se vino fino hoy, parece casi como que supiera hablar -
dice el cuis.
Otra vez hojeo rápido:
- Sólo soy un hombre más, como los que he visto por ahí. El viento los pasea.
Les faltan las raíces y esto les molesta. -
- Ajá, mirá vos - larga el cuis mientras manducaba el segundo pastelito.
Yo sigo como si nada:
- Por eso más me gustan las estrellas. Las estrellas son hermosas. Cuando me
haya ido de este mundo, por la noche mirarás las estrellas; mi casa será
demasiado pequeña para que yo pueda señalarte dónde se encuentra. Así es
mejor; mi estrella será para ti una cualquiera de ellas. Te gustará entonces
mirar todas las estrellas. Todas ellas serán tus amigas. La gente tiene
estrellas que no son las mismas. Para los que viajan, las estrellas son guías;
para otros sólo son pequeñas lucecitas. Para los sabios las estrellas son
problemas. Para el hombre de negocios, son oro. Pero todas esas estrellas se
callan. Tú tendrás estrellas como nadie ha tenido...-
Notando que el cuis estaba como aturdido de semejante disertación de mi parte,
copiada absolutamente de El Principito, sólo atinaba a decir "Ajá, mirá vos".
Así que concluí, con una sonrisa ganadora:
- Las estrellas son hermosas, por una flor que no se ve... el desierto es
hermoso, por el pozo que oculta en algún sitio... -
Recién entonces el cuis le da la última chupada al mate, lo coloca
violentamente en la mesa dando un golpe seco, y dice:
- Sí, y sólo se puede ver bien con el corazón, lo esencial es invisible a los
ojos, ya se trate de las estrellas o del desierto, lo que les embellece es
invisible. - acota el cuis dejando la vista fija en la antiquísima máquina de
tirar flit a pistón colgada en la cocina, recuerdo de mi abuela.
- De dónde sacó eso? - le pregunto.
- No sé, se me ocurrió nomás, o acaso a usted sólo se le pueden ocurrir estas
cosas, quién se cree que es acaso, el Principito? -
Ahora sí que me calenté en serio. De inmediato arrebato la pava y el mate y me
voy a tomar afuera, sólo como loco malo, a pesar de que está fresca la
mañana.
Pero esta definitivamente no es la forma de comportarse de acuerdo a las
enseñanzas y a la obra de Antoine de Saint Exupéry, en cuyas páginas se
muestran en forma sencilla los valores más arraigados y esenciales del ser
humano: solidaridad, bondad, entereza, tenacidad, compañerismo y entusiasmo
por el conocimiento, donde se muestra la búsqueda permanente del hombre, de
los principios que enriquecen el espíritu y le dan paz infinita. Eso porque
Antoine no conoció al cuis.

EL BARDO

 

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