''''\___labarda___
 
 
Mensaje 36: Fiebre de sábado por la noche (Tercera parte)


(Continúa la acción en la pieza: entra la Laura sin hacer ruido)
Ambiente: una araña se descuelga de su tela en la penumbra de un ángulo del techo. El velador sólo ilumina al cuis, recostado en la almohada. Más allá del lecho, se puede vislumbrar apenas la silueta de la silla de caña con un pantalón usado mal colgado en su respaldo y el televisor apagado sobre el que se apoya un retrato del Diego haciendo jueguito con una pelota de tenis. Contra la pared que enfrenta al ropero, también colgada, descansa una antiquísima máquina de echar flit a pistón, recuerdo de mi abuela Haydeé (de la que todavía suena en algunas noches estrelladas su risa abierta, y el aire trae el olor de aquellos estofados y churrascos que me preparaba todos los mediodías antes de ir a la escuela, y es en esos momentos cuando puedo escuchar a mi espalda su voz que me dice una vez más: "ponete el pullover nene!").
Comienza la acción:
El cuis recita, como si no hubiera notado la presencia de la Laura, dejando el libro de Neruda abierto sobre su pecho y mirando un punto imaginario en el cielorraso:
- Solo, angustiado, en este páramo olvidado de los dioses y de los mortales, aquí estoy, yo y mi insignificante soledad. Triste, solitario y final (snif)... Oh, perdón, eras tú, inmaculada muchacha, cómo estás? -
Al oír estas palabras, a la Laura se le dibuja en el rostro una profunda pena por el cuis y a la vez una mueca de reprobación hacia mi conducta.
- Pero... cómo te dejan acá, solito, mi querido cuis, cómo es posible que alguien sea tan inhumano, tan insensible?. Bardo, que sea la última vez que hacés esto. Y andá a la cocina a preparar un poco de café, por favor, y encendé el calorama que por ahorrar gas me lo vas a enfermar al pobrecito angelito de Dios -
- Para mí el café con unas gotitas de cognac, si sos tan amable. Mejor, traé la botella entera (porque tengo mucho frío, ¿vistes, Laura?) - dice el cuis con el mismo tono autoritario de la ninfa, aprovechando la volada.
Salgo derrotado una vez más a hacer todos los mandados, pongo el agua para el café y como ratificando el ya incuestionable fracaso, me paso diez minutos buscando el filtro de plástico que quién sabe por qué motivo lo había guardado en el congelador de la heladera. Para peor, intento encender el calefactor Impopar cachuzo que tengo (que después de cada verano me cuesta un triunfo poner en marcha), la llama del piloto se niega a encender y me obliga a arrodillarme a desarmar la carcaza del calorama para sacarle la tierrita acumulada durante meses.
Mientras, el cuis, acurrucado en los brazos de la Laura y con mi preciada botella de Otard Dupuy a su lado, está a sus anchas comentándole a la crédula maestra todos los perjuicios a los que es sometido por mi maléfica y desalmada persona, obteniendo como respuesta más caricias y más promesas de enseñarme, si es necesario por las malas, a tratar bien a los cuises.
Cuando la pava ya comienza a largar vapor y parece que el calefactor va a tener la deferencia de encenderse, escucho una vez más al bicho mañoso recitarle algo a la Laura:

Nadie más que tú, mujer
para impregnar el aire
del fuego de tus ojos
Nadie más que tú, mujer
para encender la hoguera
de mi alma azul
Nadie más que tú, mujer
 para poblar el vacío
de mi presencia fría
Nadie más que tú, mujer
para derretir la escarcha
de mi corazón de vidrio
Nadie más
que puede quemar mi soledad
como incendio de campo
que puede arrasar con suaves llamas
por completo mi presente de hielo...

Luego el cuis, con aire intelectual, hace un silencio premeditado y vuelve a posar la vista en la nada, da un trago al cognac como buscando ayuda a su alma atormentada, y la Laura lo mira con ternura, con admiración, con idolatría, y al mismo tiempo me lanza una furtiva mirada con ojos afilados y oblicuos y me dice "aprendé, salame".
Y eso no es nada, luego la escucho a la Laura que desde la pieza me instiga a que no sea tan dejado y compre de una buena vez por todas algún calefactor más moderno y que ande. El cuis interrumpe:
- Déjalo, dulce doncella, no tiene caso gastar palabras en este individuo, es como arrojarle rosas a los porcinos, además, en esta noche fría de otoño, el calor de tu cercanía me basta, todo el paisaje se resume en tus ojos, en ellos puedo ver la claridad de la luna, el misterio del mar oscuro, en fin, aunque no me vendrían nada mal unas buenas grapas...

Y yo sigo en el piso, tirado debajo del Impopar, con la camisa blanca manchada y con tierra y carbonilla hasta en las orejas.
Y el calefactor, como corresponde a cualquier elemento de calefacción patagónico que se precie de tal, por supuesto que no enciende.

EL BARDO

 

____________________________________________________________________
Lista labarda: Dominando Puerto Madryn.
Para Borrarse: Dirigir email a majordomo@madryn.com
indicando: unsubscribe labarda
Para Suscribirse indicar: subscribe labarda
---------------------------------------------------------------------------
Sugerencias y comentarios a el-bardo@usa.net
---------------------------------------------------------------------------
Puerto Madryn Web Site: http://www.madryn.com

[DIR]Volver a página anterior
Copyright © 1998 by El Bardo
All rights reserved. No part of this book covered by the copyrights hereon may be reproduced or copied in any form or by any means - graphic, electronic, or
mechanical, including photocopying, recording, or information storage and retrieval systems - without written permission of the author.