''''\___labarda___
Mensaje 34: Fiebre de sábado por la noche
(Primera Parte)
La otra noche, un sábado fresco y estrellado, me estaba
preparando para una de mis incursiones por la vida nocturna madrynense, en otoño
e invierno un poco aplacada por el frío aunque con algunos reductos interesantes
de visitar, cuando el cuis interrumpe mis preparativos apareciendo en la pieza
con cara de carnero degollado.
- Quiero ir - dice y se planta en la
puerta.
Yo, con una sonrisa sarcástica de hombre de mundo, prácticamente no
le doy importancia y sigo lustrando a mi querido par de zapatos marrones y con
punta que conservo desde mi más tierna adolescencia.
- No me escuchó que
quiero ir? - dice de nuevo el pesado del cuis, duro de dar el brazo a
torcer.
- Mire cuis, el hecho que usted sea un frecuentador habitual del
principal lugar de bailanta de la zona, el Gigante del Golfo, no le da ni las
más mínimas atribuciones para pretender acompañarme a mí en mis salidas. Además,
esta noche tengo una cita con la Laura. Además, la última vez que lo llevé
conmigo se puso a gritar "viva Perón" totalmente beodo arriba de la mesa del pub
Yoaquina y frente a todo el mundo, tuvimos que sacarlo de los pelos y a mí ahora
me prohibieron la entrada. Además, primero tendría que bañarse y lavarse los
dientes, cosa que para usted es algo imposible siquiera de imaginar. Así que le
pido por favor que no se ponga molesto, no se me ponga denso, que trate de
cuidar el rancho durante mi ausencia, para que vea que pienso en usted ahí le
dejo un bol de pochoclo recién preparado y un cartón de Termidor casi lleno pero
eso sí, que no se le ocurra tomarme el Gancia que lo guardo de aperitivo para
mañana a la mañana. Ahora por favor, si es tan amable, le solicitaría con todo
respeto que se retire inmediatamente de mi presencia. Y no me vaya a desparramar
el pochoclo por la pieza -
- Bueno, como usted diga, que la pase bien -
Me
sorprendió un poco la rapidez con que el bicho había asumido la situación,
siempre para convencerlo de hacer algo que no le gusta hay que chantajearlo con,
por lo menos, una lata de Budweiser (aunque es una cerveza liviana, la Quilmes
es mejor, pega más). Pero esa noche no dijo nada y encaró para la pieza a ver la
pelea de De La Hoya por Space.
Igual no me dejó muy tranquilo, porque la
experiencia me dice que no le crea mucho a estos animales de conducta
impredecible que, como el tero que pone los huevos en un lado y grita en el
otro, el cuis cuando dice que no va, va, y cuando dice que va, no va, no sé si
me explico claramente.
Le doy los últimos toques a mi presentación, paso un
poco de musk en las manos y en el cuello (al sacar el perfume del botiquín del
baño veo con nostalgia ese viejo frasco de Patchouli, recuerdo de un lejano y
casi olvidado pasado rockanrolero), vuelvo a la pieza a ceñirme el cinturón de
cuero (regalo de la Laura de la navidad pasada) mientras que en la tele el
locutor Abraham Larena, enviado especial de Space a relatar las peleas de Las
Vegas, ese que se come la "r", anuncia el próximo match de semifondo entre dos
mujeres y el cuis hace un inaguantable ruido para masticar el pochoclo (pororó,
pop corn o palomitas maíz, para que me entiendan los extranjeros), toma vino
directamente del cartón y (mis disculpas pero debo decirlo) eructa
ampulosamente.
- Bueno don Cuis, será hasta luego. Y que gane la mejor
-
El poeta, concentrado en la imagen que promete piñas a granel, apenas alza
imperceptiblemente la mano izquierda a manera de saludo
indiferente.
Cabe aclarar que la Laura, una joven maestra de la zona a
la que, debo reconocerlo, le profeso un gran amor, lamentablemente le tiene
mucho cariño a este bicho atorrante al punto de festejarle sus ocurrencias con
grandes aspavientos. Y más, en presencia del cuis pasa a segundo plano cualquier
cosa romántica que se me ocurra decirle. Por eso que no lo llevo (ahora me
sorprendo explicando esto, será que me remuerde la conciencia de dejarlo ahí,
tirado, sólo, como una piltrafa, tomando vino, comiendo y desparramando pochoclo
por doquier?).
Lo cierto es que allá voy, la inmensidad de la meseta me
pertenece, la noche me abraza con su brisa milenaria, las estrellas me invitan a
su festín luminoso, el mar... bueno, paremos un poco la pavada que se me hace
tarde y se me va el colectivo...
Continuará...
EL BARDO
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