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Mensaje 23: HISTORIAS DE GALENSOS (Primera
Parte)
El otro día me vino a visitar un amigo, el Negro Peralta,
morocho y alto, que
de galés no tiene nada pero me animo a decir que
es uno de los que más sabe
sobre la historia de los galeses que
llegaron a estas playas hace más de 130
años.
Estimulado por
los mates intermitentes y mi ansiedad porque me cuente
alguna
anécdota, Don Peralta se acomoda en la silla de caña,
mira por la ventana la
estepa infinita, permanece en silencio por unos
segundos y luego, como si
hubiera descubierto alguna rareza, respira profundo
y señala hacia afuera con
el dedo.
- Ves aquella plantita, esa de
florcitas chiquitas y blancas que asoma entre
los arbustos? -
Yo no
veía un soto. El cuis, que hasta el momento permanecía indiferente
en la
pieza, tarareando "Esa malvada" y practicando el
último pasito de Comanche,
punzado por la curiosidad se acercó
también y arrimó el hocico a la ventana.
- Cuál, Don
Peralta? -
- Aquella de allá, es chiquita pero bien blanca -
Prestando un poco de atención logré divisar entre los
piquillines a una planta
de muchas florcitas blancas y mirando un poco
más vi que había varias y por
todos lados.
- Ahora sí
la veo, por? -
- Bueno, esa plantita no es autóctona, fue
traída por un galés de apellido
Owen. Este galés
había llegado en el barco La Mimosa con los primeros colonos
en 1865,
permaneció un tiempo acá y como extrañaba mucho su tierra
natal, en
una oportunidad que tuvo volvió a Gales, pasó
allí un tiempo y retornó luego
cargado de cosas propias de su
país. Para no olvidarse de sus montes y sus
prados, trajo una plantita
decorativa de flores blancas y olor a miel y la
instaló en su casa de
Gaiman, pueblo donde se afincaron finalmente la mayoría
los galeses, a
orillas del Río Chubut y a unos 80 km de Madryn.
Esta planta crece en
zonas relativamente áridas y como en Gales el viento es
escaso,
produce una gran cantidad de semillas ya que se le hace muy difícil
la
germinación. Entonces el galenso Owen puso la plantita en la
ventana de su
casa y ahí quedó como símbolo vegetal de
su lejano y querido Gales.
Pero acá el viento sopla fuerte y
lentamente fue esparciendo las semillas de
la planta de Owen por los
alrededores hasta alcanzar la estepa y diseminarse
por todos lados. Es una
planta meramente decorativa y no sirve como alimento
ni para las ovejas ni
para los guanacos u otro animal salvaje. Así que aquí,
con la
posibilidad de desparramarse con el viento tuvo un lugar inmejorable
para su
desarrollo. Pasaron los años y esta plantita inocente se convirtió
en
una plaga difícil de combatir, hay zonas de campo que de lejos se
ven blancas
con la cantidad de "plantas de Owen".
Además,
no dejan crecer nada y enraiza muy bien. Actualmente, como verás,
ya
está invadiendo silenciosamente a Madryn con su presencia suave y
blanca entre
los ásperos y sufridos arbustos de la zona.
De a poco
el complicado nombre "planta de Owen" fue reemplazado, por
lentas
deformaciones del idioma galés, por "Guansi", como la
conoce actualmente la
paisanada.
El cuis se quedó
escuchándolo por un rato, pero al darse cuenta de que Don
Peralta se
estaba poniendo un poco pesado, se fue a la cocina, se sirvió
una
ginebrita y volvió a la pieza a practicar una vez más el
insufrible pasito
bailantero.
Yo me quedé escuchando a este sabio,
que entusiasmado por la anécdota
recordada, se dispuso a encarar otra
más, otra increíble historia de estos
lugares solitarios pero
no por eso menos mágicos.
Mientras preparo una nueva vuelta de mate,
el Negro Peralta me acompaña a la
cocina y retoma la
charla.
Continuará...
EL BARDO
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