''''\___labarda___
Mensaje 14: Y dale con Don Fiore (Primera Parte)
Le cedo
la palabra a un amigo bardero, el Viejo Fiore:
Ya desde el día
anterior tenía el presentimiento de que algo sucedería.
A la
mañana tempranito me encontré con El Bardo y para retrucarle una
gastada
que insinuaba, medio enojado, le escribí unos versos y me fui
silbando
bajito.
A media mañana me topé con el médico
de la zona que me andaba buscando para
hacerme un planteo: que le estaba
quitando la clientela vendiendo los yuyos y
dando consejos. Me tardé
como tres horas para hacerle entender que los yoyus
los usaba para quemarlos
y espantar el bicherío que solía ganarme el rancho.
En
más de una ocasión, hasta mi amada compañera, la
Ramogenova, salía del
rancho apurada, insultándome,
cariñosamente por supuesto y a las toses; decía
que yo soy un
viejo maniático y que mejor que me bañara y así no
atraería
bichos ni alimañas. Y en cuanto a los consejos le dije
al tordo que no, que a
veces se me daba por hablar en verso y medio atravesao
para desconcertar a la
muchachada, que además son mansos y por eso me
soportan y en ocasiones me
buscan para hablar un poco, aunque todavía
no nos entendemos.
El brujo se fue refunfuñando que yo era un
mentiroso al que le gustaba
macanearle a la gente y que ojalá me
enriede en la bufanda y no me pueda
desatar nunca más, a modo de
despedida.
La bufanda. No es el primero que me la critica. Pero yo la quiero.
La tengo
desde que era un echarpe. Me la empezó a tejer mi china, la
Ramogenova, con
lana de guanaco macho que no conoció hembra y en
cuanto me descuido y la dejo
olvidada, le agrega unos centímetros. Y
bueno, algún día la va a terminar, si
antes no se aburre.
Lo
que pasa es que no hay mucho para hacer y entre preparar la comida,
limpiar
un poco el rancho y mirar las telenovelas, teje. En realidad, la
Ramogenova no
es patagónica, disimula para pasarla bien entre las
nics. Y si ahora es una
veterana (yo mismo soy bastante madurito) supo ser
una joven y agraciada
doncella en sus pagos nativos, Entre Ríos.
Así que de patagónica nada.
Siguiendo con el relato de esa rara
sensación de que algo sucedería, recién a
la nochecita
cuando terminábamos de matear con el cuis del Bardo, que
entre
rezongos de bombilla rezongaba él y me decía que estaba
podrido, que el Bardo
quería que saltara palitos, y qué
palitos, que él no estaba pa'saltar palitos,
que el único
palito que saltaría sería el Ortega, que también lo
tenía cansado
de antes, de la felicidad jajajaja y todas las otras
estupideces. Y se terminó
el agua y me voy a dormir. Y se fué
nomás.
Y ya me estaba por ir a dormir también cuando veo por
sobre las bardas,
tirando para el lado de la Estancia La Adelaida, las
lucesitas de un avión
pero sin ruido. Cosa extraña,
pensé, el Mike Jagger cuando viene, viene en el
Jet Lear metiendo
ruido. Y de curioso nomás me fui acercando para la pista de
aterrizaje
de La Adelaida.
Y era el Mike nomás, que me quería dar una
sorpresa. Y se fue dando la
sensación que venía sintiendo. La
sorpresa fue cuando vi que Miguelito (yo lo
llamo Miguelito, creo que a
él le gusta que lo llame así, che, Miguelito
tomate un
cimarrón, che Miguelito, probá estas costillitas de cordero a
la
Viejo Fiore, che Miguelito que esto, que lo otro) bajó del jet con
una caja de
seis botellas de whisky y al verme empezó a los gritos
(gritos es un decir,
con la voz que tiene más que gritos son
alaridos): "Viejou, I don't like your
grapas ni caña burned,
let's go to drink whisky hasta que las velas ardan".
Después,
entre trago y trago me contó que le había puesto silenciadores
nuevos
al aeroplano para no alborotar a la indiada ni espantar a los guanacos
(le
tenía miedo a los pedidos de autógrafos) y que me
traía el nuevo CD de los
Rollings que presentaría en los
próximos días en Las Vegas, "pero primero vos,
Viejo Fiore
queridou, para que lo escuches y me digas si te gusta, si así
está
bien o si hay que cambiarle algo, mirá que estamos a
tiempo y si no suspendo
la presentación".
Para calmarlo, y
como ya estábamos medio mamertos de tanto whisky y me caía
de
sueño, le dije que estaba bien, que con sólo mirarlo se
veía, que no hacía
falta escucharlo.
Y despacito lo fui
llevando para el avión, lo subí, lo puso en marcha y
salió
a los piques, como todo mamado que se precie. No sé
cómo, esquivó las bardas y
se perdió en el cielo
estrellado rumbo al norte.
EL VIEJO FIORE
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