EL TIEMPO
El ex-capitán Brandford miró una vez más su reloj pulsera.
- Las doce! - gritó mientras las pestañas se le encorvaban formando un solo arco.
- Malditos relojes! Para lo único que sirven es para que no nos olvidemos que el tiempo pasa inexorablemente.
- Y los amores, para qué sirven entonces? - pregunta Fredy, su ayudante y seguidor incondicional que hacía poco había sufrido un nuevo desengaño.
- Para que no nos olvidemos que algunas vez, aunque sea por un instante, pudimos detener el paso del tiempo.
- Entonces, si pudiera volver al pasado, volvería a sus viejos amores? -
- No, ni loco, querés que me quede sin recuerdos dulces e idealizados, nada más que por el simple egoísmo de vivir eternamente un momento de felicidad? No. Prefiero que los relojes sigan andando hacia adelante, aunque el tiempo siempre es relativo.
- Cómo relativo? - pregunta Fredy, que no entiende mucho de física.
- Por ejemplo acá, frente al mar, el tiempo pasa más lento. Las cosas no cambian mucho en la costa, hasta podríamos asegurar que las olas que bañan continuamente la arena son, tomando una cantidad limitada, siempre las mismas.
- Cómo siempre las mismas?
- Claro, si nos remitimos a la capacidad del ojo humano, digamos que podemos ver unas 10 o 12 olas con nitidez, la más cercana está disolviéndose en la playa, las otras se acercan para sufrir el mismo final. Pero en realidad uno puede pensar sin razón aparente para ser refutado que esa ola que ahora rompe contra las rocas inmediatamente se sumerge como en una cinta sinfín que corre por debajo de la superficie y se materializa de nuevo a unos 30 metros de la costa, para volver a acercarse a las rocas y de nuevo sumergirse. Con este análisis, podemos decir que en el mundo hay, a lo sumo, unas 24 olas que pegan en la costa, 12 que vemos con sus crestas y espuma en la superficie, y otras 12 sumergidas esperando para salir. Entonces, en este caso, las 24 olas no están afectadas por el paso del tiempo, para ellas el tiempo no existe.
- Y los amores, entonces?
- Depende de qué tipo de amor se trata. El amor perdido de la juventud, la trillada primera novia, por ejemplo, tampoco está afectado por el correr de las horas y los días. Como las olas de la costa, siempre vuelve cíclicamente a nuestras mentes cada tanto, mezclada con otros pensamientos también repetitivos que se van turnando en la orilla del razonamiento para aflorar, morir y volver a esperar el turno de aparecer. Para ese tipo de amores el tiempo tampoco existe. Para un amor triste como el tuyo, que no es amor y más bien está en vías de ser un recuerdo aburrido y pasajero, el tiempo sí que pasa rápido, tan rápido como tardes vos en olvidarlo. Esos amores mentirosos no merecen vivir demasiado. Pero ahora cortémosla acá, no me jodas más que ya son las doce y cuarto y tengo hambre.
- Pero capitán, si apenas son las once de la mañana, su reloj adelanta una barbaridad!
- No te digo yo, que no se puede confiar ni en el propio estómago para saber la hora.