PAPEL MOJADO
La lluvia siempre trae los recuerdos.
Mirándola tras una ventana
con su cortina de agua
aprieta la boca del estómago
con algo del pasado.
Aunque el viento luego
borre todo vestigio de humedad...
y los charcos duren poco.
El nexo de la lluvia
con la realidad del ahora,
con las hojas del árbol goteante,
es este brillo en los charcos
de luces de mercurio
y suelas de botas oscuras.
Este brillo y tus manos
que estaban antes
sobre la mesa del bar
esquivando los pocillos
temblando, tus dedos
que procuraban una rara ansiedad,
un roce tibio.
Es mejor leer el diario en estos casos
(Clinton atacó a Irak
y el Loco Palermo hizo un gol)
antes que enfrentar cara a cara
al rostro borroso que martilla la ventana
que se escurre tras la nube de vapor
de una boca desconocida
y de las gotas grandes en el vidrio
que le moja las mejillas.
Es mejor leer el diario,
que salir a caminar
y ver su reflejo en cada charco.
Es mejor seguir ajando
el café en blanco y negro
hasta que pare la lluvia...
y el viento vuele los rostros...
y seque la nostalgia.