''''\___labarda___
 
 
Mensaje 100: El Cien


Estimadas amigas y amigos de Labarda:

Este es el centésimo mensaje que escribo para este medio de difusión
madrynense, por lo tanto va a estar cargado de la correspondiente emotividad
afín para estos casos en los que algo o alguien cumple algo.
En primer lugar, quiero agradecerles a todos aquellos que los leen por
dejarme formar parte al menos de manera mínima de sus archivos de mails, y
también agradecerles a aquellos que de vez en cuando me mandan mensajes de
todo tipo, algunos muy elogiosos y otros menos.
En momentos así es bueno hacer una mirada retrospectiva a esto que comenzó
allá por setiembre de 1998, cuando el webmaster Sergio Viñas me propuso la
idea de ir mandando un mensaje por semana a esta lista de distribución, por
supuesto que por el solo gusto de hacerlo sin obtener a cambio ni un sólo
mango. Claro, eso era al principio, pero la cosa anduvo tan bien que no
tenía ni tiene sentido manchar la pureza de este proyecto con dinero, así
que por suerte sigo sin que Sergio me tire ni una pizca de guita, pero como
colaboración desinteresada de su parte cada vez que voy a la casa me convida
un vino blanco marca New Age que es de lo mejor y se los recomiendo. Y
además hace un par de meses me invitó a un asado.
Por otro lado, no me queda más que agradecerles a Sergio y a Ginés que me
permiten que mande estos mensajes a través de su servidor Madryn.com y ni
siquiera piensan en cobrarme nada por los mismos, ya que por varios de estos
mensajes yo debería pagar para que los manden.
Pero dejemos el vil metal a un lado y vayamos a lo que realmente importa,
que es el amor.
En un principio estaba un poco desorientado sobre qué iba a escribir, dado
que mi metier literario es más bien tirando para el lado del estudio del
comportamiento de las civilizaciones precristianas del Asia Menor y su
influencia en el actual estado de las cosas, y principalmente a que
no es tarea fácil encontrar palabras para explicar de manera objetiva la
belleza de esta magnífica ciudad de Puerto Madryn, por lo que decidí la
elegante salida de escribir una gran cantidad de sandeces dándole un aire
intelectualoso para que parezcan irónicas, sabido es que la ironía es
patrimonio de las mentes lúcidas y la falta del sentido del humor es
propiedad de las otras. Pero al principio, mejor dicho a lo primero, tampoco
lograba rescatar de las palabras ese no se qué, ese que se yo, vistes, que
le dieran a los cuentos un toque de originalidad, basado en el lei-motiv
del quehacer madrynense y agregando una especie de glamour savage de las
pampas y un poco de postmodernismo surrealista tan buscado por los poetas de
todas las latitudes y que es muy difícil encontrar en mi rancho con techo a
dos aguas (agua afuera y agua adentro) y vista a la meseta.
Sin embargo, cuando comencé a hilvanar esta historia que tiene mucho de
mentira y algo de verdad, tuve la suerte de encontrarme con el cuis una vez,
mientras contemplaba de lejos a la ciudad y estaba sumido en pensamientos de
gran altura filosófica (Mensaje 2), que con el tiempo se puso a dictarme
unas poesías
raras y algunas medio mariconas, pero que sirvieron para ir llenando los
espacios en blanco de las crónicas madrynenses. Luego aparecieron el amigo
Carolo con sus viajes, el viejo Fiore con su sabiduría ancestral, el Cacique
Pipagua
con sus historias de tierra adentro, mi querida Laura (que únicamente por
falta de tiempo lamentablemente no pudo leer los últimos 78 mensajes) y
otros individuos a los cuales, existan
o no, les estoy muy agradecido.
Si bien no sé que va a pasar luego ni lo quiero saber, intentaré continuar
con esto mientras haya uno que lo lea o hasta que se me canse la última de
las tres neuronas que me quedan, ya que una se mama a cada rato y la otra la
uso para caminar y masticar chicle al mismo tiempo, cosa que ninguna
computadora puede hacer, lo que demuestra
una vez más que la cibernética jamás reemplazará al hombre.
Bueno, muchos saludos para todos y será hasta el 101.




El Bardo (Carlos Alberto Nacher)
nacher@madryn.com

Copyright © 1998-2000 by El Bardo
All rights reserved. No part of this book covered by the copyrights hereon
may be reproduced or copied in any form or by any means - graphic,
electronic, or mechanical, including photocopying, recording, or
information storage and retrieval systems - without written permission of
the author.