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Mensaje 70: Puerto Madryn, 31/12/1999




El vaso de agua sobre la mesa dejó de moverse. Por la ventana entran tenues
rayos de luz que profanan el silencio de la habitación. El sol secó uno de
los tantos círculos dibujados por el vaso y ahora intenta herirle los ojos
al peón de campo sentado.
El cuarto, envilecido por una cama sin hacer y una silla de caña resignada,
está más sordo aún en la revista con el cuadro de Van Gogh.
El viento horada cada tramo de la tierra y el calor tumba a las ovejas,
secas y sin lana, que buscan a ciegas el bebedero. En estas miserables
cuatro paredes, el polvo le ganó al descanso, y la cercanía de un mate
amargo es lo más dulce que le queda. Eso y unas pocas latas de lentejas
desparramadas en la alacena, y el caballo, cansado y poco sociable, tirado
bajo el alero del galpón que amenaza con soltar las chapas. El fin de año es
como el otro cuadro de Van Gogh, el de los cuervos, pero sin pasto ni
árboles. Sin pensar demasiado, como la mayoría de las cosas que se hacen, se
levanta haciendo crujir la mesa con los brazos, descuelga el sombrero y
sale. El caballo resopla fastidiado al verlo, no quiere abandonar el letargo
doloroso y lento de la tarde.
Monta y al paso comienza a recorrer el campo, hasta llegar a un declive
conocido, señalado por un cacto verrugoso y viejo. A medida que va bajando
la planicie se transforma en dos paredes hondas y arcillosas. A lo lejos,
ocho guanacos corren en formación hacia el este, pero se detienen de golpe y
viran 90 grados. El aire está tibio, aunque se pone más fresco a medida que
se
acerca a la costa del mar. El acantilado se va mostrando cada vez más y los
gritos de las gaviotas avisan que el mar está próximo. La brisa suave y
refrescante se transforma en viento cuando baja del caballo y se acerca a la
orilla, como para corroborar que los mejillones siguen intactos en los
pedrales.
Luego, sentado en el borde de una piedra de arcilla que cayó a la playa
vencida por el tiempo, mueve las manos en el aire tratando de abrazar a una
mujer de arena y olas. El caballo espera a un costado sin mirarlo. Unas
ramitas secas de unos arbustos arrancados de la barda le sirven para
iniciar una fogata en la playa.
Casi imperceptible, un lobo marino pasa nadando cerca y se asoma al ver al
hombre y al humo.
Luego, la interminable masa de agua salada y fría y a lo lejos
un barco, que podría ser de papel, quiebra la línea recta del horizonte y
otro hombre acodado contra la baranda, con las manos rasgadas de levantar
redes, con los ojos semicerrados y enceguecidos por el brillo de las olas,
también abraza al vacío, encerrado en medio del desierto azul, siempre en
silencio. Entre el monótono paisaje arcilloso de la costa detiene la mirada
en el humo gris y espeso que mana de un punto difuso, puede distinguir la
silueta de un caballo y de alguien que sigue juntando ramas a un costado.

Espera, marinero, detén tu viaje
y siéntate al pie de esta fogata plena
dejemos que la leña se consuma poco a poco
y tal vez así también se quemen nuestras penas

Vamos a hablar de cosas repetidas
hasta que las palabras se trastoquen con las ramas
y bailen rojas sobre la luz del fuego
revelando sus secretos a las llamas

Es esta vida un juego cotidiano
a veces de verdad, a veces de mentira
a veces de mar, otras de tierra
y siempre igual es el final de la partida

Debemos aprender, antes que nada
que lo que queda por vivir o lo que se ha vivido
se va apagando lo mismo que este fuego
que sin remedio camina hacia el olvido

Mas ningún esfuerzo será en vano
aunque luego sólo queden las cenizas
el calor que alguna vez supimos dar
ya es una parte irrepetible de la brisa

Y esa brisa irá a atizar el fuego
de algún otro caminante sin camino
pues un ciclo repetido una y mil veces
es lo que Dios nos ha dado por destino

Entonces ven, amigo mío, no estés triste
y ponte a mi lado que las bardas nos amparan
bebamos y riamos con los duendes de la noche
que la magia de un nuevo amanecer ya se prepara


El Bardo (Carlos Alberto Nacher)
nacher@madryn.com

Libro publicado:
"Crónicas madrynenses"
Puede pedirlo en http://madryn.com/adelantados/elbardo


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