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Mensaje 47:Pujol Blues

El amigo Sergio Pravaz, poeta nacido en Córdoba pero que ya lleva varios
años en Rawson, escribió esto en un pasaje de una poesía de su libro "Los
héroes de la esquina".

"Aquí donde todo fue barrido
donde el viento entregó con furia
su cansancio"

Se la recité al cuis que de pronto me pidió que lo llevara a pasear por los
suburbios. Agarramos la Derbes hasta llegar a los monoblocks del Barrio
Roca, una cuadra antes doblamos a la izquierda y nos topamos con el
silencio
y el frío persistente del Pujol, lugar de casas amontonadas y grises,
calles
estrechas siempre embarradas y luces ínfimas de almacenes pobres. Ya era
tarde y hacía frío.
Pravaz, en su libro, usa expresiones como la de arriba pero dándole otro
significado, transformando a las metáforas en cosas tangibles y reales pero
con un gran sentido de la figuración. En cambio, el cuis tomó la frase
literalmente y vinimos a parar justo aquí, "donde todo fue barrido".
Eran casi las doce de la noche y como el cuis andaba cabizbajo, meditando y
olfateando la probable cercanía de perros no muy amistosos, me metí en el
último almacén abierto y compré dos latas de Quilmes heladas. Llegamos a
una
esquina donde nos sentamos tranquilos a ver pasar las ráfagas de silencio
helado de la noche de invierno.
El cuis, lata en mano y con una especie de desdén altivo (siempre se pone
así cuando se la da de poeta), dijo:

He llegado a este suburbio
donde todo queda lejos
donde la ausencia también se fue
hace tiempo.

He recalado en su barro
a ver morir la claridad
a escuchar
las quejas otoñales de la arboleda
Los ojos negros del cielo espían
los papeles secos no paran de volar
hasta caer en la fogata que aún respira.

Apenas queda un poco de vida
en los cables del teléfono
que marcan la meseta
en los palos clavados
en las calles de tierra seca
y en el velo polvoriento en los ojos.
Una boleta de luz sin nombre
se posa en el yuyal viejo
y las bolsas de plástico crepitan
ahogando la basura.

Apenas descubierto por el alumbrado público
el cadáver de un Citroen que nadie va a canjear
es velado por dos árboles flacos.
Un bebé lo llora desde una ventana opaca
y las lágrimas todavía erigen las ausencias

Fui a pisar las piedras milenarias
ante las miradas grises de los gatos

Fui a apoyar los huesos
en los ángulos rectos de los bloques de cemento
donde se resume la simpleza de este barrio
lleno de pájaros desterrados
y paredes con musgo rústico

Me quedé contemplando el viento congelado
soplando papeles y hojas quebradas
mientras las lucecitas pobres tras los bloques
se entregaban a la noche
a la noche extenuante

Mañana
el taller de la esquina retornará
a su cuento de humo y grasa
las piedras añosas de la calle
oirán de nuevo el coro
de pelotas raídas y zapatillas chicas

Mañana
una caravana blanca de obreras
atravesará la calle como fantasma
sin esperar clemencia
y otras bicicletas
irán a desangrarse entre la tosca

Mañana
el barrio se irá preparando
para enterrar una vez más las pasiones
para otra noche de TV por cable
cena incierta y el vacío
de la jauría herida que empuja el viento

Pero las piedras de la calle
que conocen el oficio de esperar
no van a derramar más penas
ya se acostumbraron
a la soledad

EL BARDO

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