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Mensaje 39: UN VIAJECITO (hace dos meses) (Primera Parte)


El sábado pasado el cuis, el Viejo Fiore y quien escribe fuimos invitados por
Don Vidal a pasar un día de campo en sus estancias, ubicada la primera a unos
60 km de Madryn y la otra unos 30 km más adelante.
Para llegar a estos campos debimos remontar la ruta que va a Pirámide
(asfaltada) hasta el cruce con la ruta a Puerto Lobos. Desde allí tomamos el
camino de tierra a dicho puerto, un pedregullo bastante benigno pero con unos
guardaganado cada tanto que hacía temblar el vehículo de Don Vidal, una
camioneta en bastante buen estado pero completamente rayada y apedreada por
tantos viajes al campo y tantos arbustos de ramas duras.
Luego de unos 20 km por el camino a Puerto Lobos, el hombre repentinamente
dobla por un caminito vecinal a la derecha, detiene el vehículo, baja, abre la
primer tranquera y allí nos adentramos en un mundo que no por muy conocido
para nosotros, dejaba de ser sorprendente.
Yendo por este camino, que más bien era una ínfima huella con unas plantas
bien altas en el medio que eran tragadas por el paso de la camioneta,
comenzamos a observar la continuidad de la vegetación, siempre igual, del
campo patagónico. Piso de piedra y plantas espinosas de metro y medio de
altura. La huella era una miserable muestra de que alguna vez pasa por allí
algún vehículo. A los saltos fuimos atravesando kilómetros y dado el calor
reinante, no se hizo esperar la cerveza fría.
- Antes de ir a la estancia vamos a pasar por un picadero - Dice Don Vidal.
Así que otra vez dobla a la derecha y se mete, prácticamente a campo traviesa,
por un sendero que solo él conoce, no utilizado ni por los guanacos. Dos o
tres km adelante detiene la chata, en medio de la nada y con una sonrisa dice
"Llegamos al picadero".
De inmediato bajamos (todos menos el cuis, que tenía calor y prefirió quedarse
escuchando la radio LU17 y degustando una latita más de Quilmes, que dice que
es mejor que la Budweiser, muy liviana) y nos ponemos a investigar la zona.
Los picaderos son unos lugares en medio del campo donde los antiguos indios
fabricaban las flechas que luego utilizaban para cazar. Las puntas de estas
flechas se hacían de piedra, picando piedras blandas con otras más duras hasta
lograr una punta de flecha simétrica y bien filosa. No sé cómo lograban estas
maravillas de la nada. Parece increíble, pero el paso de tantos años no ha
modificado este lugar, en varias partes se veían restos de leña quemada
(¿sería así que la habrían dejado los indios o eran vestigios de algún asado
de capón más moderno?), restos de las piedras picadas, que eran tiritas de
piedra como las cáscaras que se obtienen al pelar una papa, pedacitos de
vasijas de barro y luego de una observación más detallada encontré... una
perfecta punta de flecha!!!.
Increíble. No solamente el hallazgo (en Madryn todo el mundo encuentra puntas
de flecha, sobre todo en la zona de Sierra Grande, un pueblo fantasma a unos
130 km por la ruta 3, donde antes había una mina de hierro) sino también el
hecho de que existan todavía lugares como éste, casi no tocado por el hombre
salvo por aquellos indios del siglo pasado o anteriores, eventuales peones del
campo y algunos suertudos como nosotros.
Antes de que el cuis se bajara toda la heladerita de Quilmes retomamos el
camino, atravesando una salina perfectamente plana y firme, de unos tres km de
diámetro, que con el viento que casi siempre hay sería ideal para esos
vehículos terrestres a vela o para correr picadas, volvemos por entre los
arbustos y seguimos un trecho hasta la primer estancia.
En el camino interceptamos una manada de unos 20 guanacos de gran porte, que
al vernos corrieron a internarse en el campo.
La finca estaba abandonada, dado los magros beneficios que viene dando el
campo en estos tiempos.
 Era una casa pomposa y derruida, de pisos de baldosas caras, un baño con una
bañadera antigua y muy lujosa, así como también los pocos muebles que
quedaban, mesitas de luz de bronce, camas con respaldos también de bronce y
muy trabajados, restos de una antiquísima época de opulencia.
No sé si hace falta decirlo, pero electricidad no hay y el agua se obtiene de
un aljibe.
Luego de una breve parada para comer unos sanguchitos de paleta cocida y queso
o bien bondiola (que estaba muy salada) y las obligatorias latas de birra, de
nuevo salimos a enfrentar la soledad del campo. Eran las 2 de la tarde.
30 km y tres o cuatro tranqueras adelante, llegamos a la otra estancia, esta
sí en actividad. Un poco antes de llegar Don Vidal detiene la marcha para
correr a un costado una madera con varios clavos  gruesos puestos de punta.
- Esto los dejo en el camino para evitar que vengan a robarme las ovejas.
Algunos vienen a cazar y con ese pretexto aprovechan para matar y robarse el
ganado.
Unos 300 metros antes del caso, vemos un bebedero con cientos de ovejitas y
corderos.
Estamos cerca de la estancia.

Continuará...

EL BARDO

 

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