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Mensaje 15: Y dale con Don Fiore (Segunda Parte)

Sigue molestando el Viejo Fiore:

Doy gracias al destino por los amigos que tengo: músicos, poetas, escritores,
fotógrafos, dibujantes, barrenderos y un sinnúmero de artistas y creativos que
me traen las primicias para que les de mi opinión. Bueno, pensarán que soy un
viejo sabio, pobres. Si supieran que sólo soy un viejo.
Ah, casi me olvido, andan bien los silenciadores del jet de Miguelito.
Pero la sensación persistía. Cuando al fin me dormí, bastante embotado por los
vapores del alcohol (y eso que era Old Parr extra-añejo y habían sobrado dos
botellas), soñé con guanacos voladores, con ballenas que bailaban ballet con
tutú y con lobos de un pelo recitadores.
Los guanacos hacían pasadas en vuelo rasante y estiraban el cogote para mirar
por debajo de los tutuses. Los lobos los miraban con bronca y les tiraban
cantos rodados. Bajaron a tres o cuatro y los demás rajaron para la meseta.
Más tranquilos, los lobos se acercaron al escenario y empezaron a recitar:

Esbeltas doncellas que hoy
nos regaláis vuestra danza
nosotros, lobos de un pelo
os aplaudimos a ultranza
Ignorad a los guanacos
bestias sin educación
y continuad vuestro baile
para nuestra admiración
Con qué gracejo movéis
vuestras caudalosas colas
con qué ritmo, con qué swing
danzáis las cumbias de moda
Nosotros tan sólo somos
humildes espectadores
mas prometemos fundar
vuestro club de admiradores

Unas gaviotas que se arrimaron atraídas por las voces, al ver el espectáculo
formaron un coro espontáneamente y atacaron con un baión:

Ya viene el negro Simón, crawk
bailando alegre el baión, crawk

En ese momento se escuchó un espantoso trueno y me desperté. La pucha, las
doce y media y todavía no tomé ni un amargo, pensé. Pero el trueno seguía y se
acercaba. Se acercaba... screeeeeck, una frenada y un bocinazo. Después el
grito:
"¡Dale, viejo maricón, levantate que te yebo a pasiar!"
Era la voz aguardentosa de Carolo. Ya está empedo, pensé. Me asomé a la puerta
del rancho y lo vi muy orondo en una 4X4 nuevita. El cuis del Bardo ya se
había acomodado el cinturón de seguridad del medio y me gritaba también.
"Venga, viejo, lo buscamos al Bardo y nos vamos para la península".
A mí, a pesar del alcohol de la noche anterior, la sensación extraña me
seguía. Me calcé las pantuflas, me puse una campera inflada color anaranjado y
me enrosqué la bufanda. El cuis ya había cargado el mate y un termo de agua
caliente. Pasamos por lo del Bardo que estaba afinando una de sus innumerables
guitarras (la de cantar boleros), lo hicimos subir atrás y partimos. Carolo
paró en el surtidor del ACA, llenó el tanque y me dijo: "Viejo tronco, pagá
vos que no traje sencillo".
¿No decía yo que sentía una sensación extraña?.
Otra vez me enganchó. ¿Qué dije de los amigos?
El Bardo se doblaba de risa y el cuis silbaba y miraba para otro lado
haciéndose el distraído.
Pagué yo.


EL VIEJO FIORE

 

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