PARA MI MADRE

 

En un pastoso lago de recuerdos difusos

casi veo el rostro de una joven sonriente

no distingo bien sus trazos, ya olvidados

ni sus manos que luchan en mi flequillo impaciente

 

Tras el resplandor que golpea en la mañana

de un día lejano, pero que aún no ha muerto

otra vez sus manos acarician mi cara

y sin querer me obligan a soñar despierto

 

Me llega el perfume de la tinta china

me llegan olores de viejas conciencias

retorna su voz, marejada tenue

por fin ahora escucho su dulce cadencia

 

Ahora puedo verla entre la brillantina

seria y en disputa con mi delantal

con aguja e hilo cosiendo mi alma

que vibra a cada roce del tibio dedal

 

Y hoy veo a esa joven apañando nietos

que no se distinguen de ese antiguo niño

y creo que nunca, por mucho que intente

podré devolverle tan grande cariño

 

CARLOS ALBERTO NACHER

 

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